Nieve.
Diminutos copos que se posan en mis manos y en mi nariz.
Que van creando un manto blanco sobre las hojas de los arboles, en el suelo.
Ese paisaje otoñal, marron, que guardaba algo de la calidez del verano sustituido, de nuevo, por el frío.
Pero no lo evitamos, ni queremos, ni podemos.
Debilidad humana, lo llaman.
Subimos la persiana y nos ponemos a ver nevar, como cuando eramos pequeños.
Recuerda al tópico de las navidades blancas, y seguimos mirando.
Al final, va a ser verdad lo de que ver nevar, aboba.
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