Despertarte y no saber donde estás, qué ha pasado, como has llegado ahí... Levantarte, con las manos temblorosas ante lo que encontrarás dos pasos más alante, en la oscuridad. Un callejón. Largo. A un lado se vislumbra el bullicio, la vida. Al otro, no se diferencia nada.
Sigues avanzando, hacia donde brilla la civilización, cientos de luces de neón, olor a alcohol, a humo, a alcantarillas y a sudor.
Lástima no haber caminado hacia el otro lado del callejón. Luz, el sonido del agua del mar mientras se mezcla con el agua de una catarata de agua dulce, el sonido de la arena al negarse a ser arrastrada...
A veces podemos crear un paraiso, un lugar apartado, en cualquier parte. El problema es cuando lo perdemos.
Cada dia una nueva toma de Sonrisas y lágrimas.
Sonreir hasta que algo me desagrada.
Y entonces lágrimas, sin control ninguno.
Deberia empezar a controlarme.
Mas sonrisas y menos lagrimas
Voy a sentarme ahí, en una de esas cómodas butacas forradas en terciopelo rojo, desgastado por el tiempo y dañado por las polillas, y estaré atenta. Veré las cosas que no vi en su momento, los actores dirán todo lo que no te dejé decir. Y todos los besos que no di se acumularán en una esquina, como cartas abandonadas. Sin orden. Sin sentido. Acumuladas durante tanto tiempo.
Al otro lado, semiocultas por el telón, lágrimas. Aparecen como pequeñas notas o recortes de papel en forma de lágrimas, con pequeñas inscripciones en color plata con fechas, nombres, frases, imágenes. No besé, ni lloré.
Ahora que los actores no miran voy a coger esas pruebas, a alejarme y a regalar los besos. Anotaré cuales gasto, para no olvidarlos. Las lágrimas las guardaré. Aunque no signifiquen llorar. Las abriré poco a poco. LLoraré y luego sonreiré. A fin de cuentas, son lágrimas robadas.
¿Qué te pasa? ¿Estás bien? La hermana mayor interroga a su hermanita que agacha la cabeza intentando ocultar las lágrimas en sus grandes ojos. - No sé qué pedir. - Cualquier cosa que desees. - ¿Qué pediste tu? - Yo apunté a la luna. Pero me conformo con las estrellas
Las lágrimas no van a poder expresar la frustracion, el cabreo ni la decepción. Necesito gritar, pegarte, y que finalmente me abraces y me recuerdes que eso no lleva a ninguna parte. Porque ambos sabemos que tienes más poder de convicion del que dices tener. Y ambos sabemos que no me abrazarás, que no soy capaz de pegar a tu recuerdo, y que los gritos serán más silenciosos que nunca.
Así me sentaré hecha un ovillo, y lloraré durante horas, hasta que no me queden lágrimas, porque no tengo a nadie que me diga: - Sabes que no merece la pena. Y yo tengo el chocolate. Porque un recuerdo no es lo bastante convincente.
Y ¿Sabes lo mejor? Tu peluche ya no huele a ti. Puedo volver a ponerlo encima de mi cama. Pero primero tengo que secarme las lágrimas. Se acerca otro "día de tormenta"
Me balanceo alante y atrás. Entre tu sonrisa y la mia, levantando los pies para pensar que llego a volar. Retrocedo, y el pelo se amontona en mi cara, para volver a quedarse atrás cuando me doy impulso. Velocidad limitada, al igual que los movimientos, pero aun así, vuelo y soy libre.
El agua caliente cae sobre mis hombros, arrastrando el humo y el polvo, creando una fina capa de vapor en el espejo. Los minutos pasan, y sigo debajo del agua, con los ojos cerrados.
Decido salir. Por desgracia, las dudas y los problemas son demasiado pesados para ser arrastrados por el agua. Como rocas en un río.
No sé ni cuanto tiempo ha pasado desde que empecé a notar el frío llegando a mis huesos, recorriendome, llegando a las puntas de mis dedos, que adquieren un tono blanco. Froto mis manos buscando algun medio de que entren en calor, un calor que nunca llega.
Mi respiracion produce pequeñas nubes de vaho, que me distraen y me alejan de la sensacion de frío momentaneamente, haciendome imaginar de qué tiene forma.
Cierro los ojos e imagino lugares cálidos, mientras meto mis frias manos en los bolsillos, y muevo sin parar los pies. Qué largo es el invierno.
Yo solo respiro, como cada día, y cuando una inspiracion sigue a otra, ocupando, en exceso quizás, mi mente, entonces me alejo de la realidad. - Gracias. Estoy orgullosa.
Incredulidad en mi cara. Ojos interrogantes, deseosos de saber qué es lo que han logrado para tal reconocimiento.
Saberlo y que la incredulidad se mantenga. Yo solo respiraba. Y tu te enorgulleces.
A la izquierda un camino de tierra, con altibajos, con amapolas a ambos laterales, y un gato callejero parece ser el único que transita el camino, plasmando sus almohadilladas huellas en el polvo.
A la derecha una carretera, asfaltada, lisa, fuerte en su armadura de alquitrán, marcada por cientos de huellas, millones de vistazos. Vista, transitada y olvidada.
Una gota sobre mi nariz. - Genial, ahora llueve.
Miro ambos caminos, y ambos llevan a casa. Llevo mis botas de agua, así que elijo el camino de la izquierda. Piso en los charcos que crean una gran capa de barro en mis antes inmaculadas botas nuevas, cojo al gato, que araña mis manos desconfiando de mi hasta el último momento. Entonces, ya empapada, corro a casa.
Me podría haber ahorrado suciedad y heridas, pero no tendría ni gato ni adrenalina por saltar en los charcos.
No es que yo mueva el mundo de una manera distinta cada dia.
No es que nadie lo haga.
Sin Embargo cada dia el mundo ha cambiado, y favorece a unos u otros.
Mañana me toca a mi.
Prepárate.
Lanzaré una moneda y siempre saldrá cruz, y habré ganado.
Te miraré a los ojos, y entenderás lo que quiero.
Me sentaré a esperar, y llegarás.