Despertarte y no saber donde estás, qué ha pasado, como has llegado ahí...
Levantarte, con las manos temblorosas ante lo que encontrarás dos pasos más alante,
en la oscuridad.
Un callejón.
Largo.
A un lado se vislumbra el bullicio, la vida.
Al otro, no se diferencia nada.
Sigues avanzando, hacia donde brilla la civilización,
cientos de luces de neón, olor a alcohol, a humo, a alcantarillas y a sudor.
Lástima no haber caminado hacia el otro lado del callejón.
Luz, el sonido del agua del mar mientras se mezcla con el agua de una catarata de agua dulce,
el sonido de la arena al negarse a ser arrastrada...
A veces podemos crear un paraiso, un lugar apartado, en cualquier parte.
El problema es cuando lo perdemos.
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