Su único sueño,
de esos que tenía de día,
con los ojos abiertos,
porque el insomnio no se los permitía de noche,
de esos que le dibujaban una sonrisa tonta,
y le animaban el día,
era un mar azul,
una casa blanca,
y el sol sobre su piel.
Su piel blanca y nórdica,
que posiblemente no recibiera el sol como ella quisiera.
Sus pies disfrutando del frío mar,
cambiando la lluvia, las botas y el paraguas.
Sus ojos entrecerrados,
por la luz.
Un sueño que le quitaba el sueño.
Un sueño con el paraíso.
Aunque de día,
con sus botas, su paraguas,
su multitud a su alrededor,
y sus edificios grises,
alentaba su sueño.