Ver las lineas discontinuas y hacer como si fuera una margarita, de esas que deshojas con la esperanza de que te ayuden a tomar una decision.
Y de repente, parar. Tu propia mente te pide que pares, que esa duda no se resuelve así, porque hay cientos de carreteras, y cientos de lineas en las que oscila una decision.
Sin embargo, a pesar de abandonar esa duda en las lineas de la carretera, junto a cientos de dudas ajenas, anonimas, sigues pensando.
Y conduces.
Igual que antes. Sin saber qué hacer.
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