Empiezo a darme cuenta de que esto, todo, es como una cerilla.
En un principio arde muy bien, pero poco a poco la llama se va agotando, al igual que la madera.
Y al final, cuando ya se ve el fin, y la llama está practicamente extinta, es cuando inclinamos la cerilla, intentando que dure más, que no se acabe, que no se consuma.
Pero nos acabamos quemando los dedos.
Una quemadura que duele, y que dolerá durante bastante tiempo, y que incluso después de haber apagado del todo la cerilla, de haber vendado los dedos, seguirá sin volver a convertirse en una cerilla nueva.
Será una cerilla acabada, negra.
No comments:
Post a Comment