"¡Vale ya!" pensaba a cada patada que recibía.
No tenía gran fuerza,
pero era la justa para saber que ese pequeño estaba enfadado.
Esa pataleta no era normal.
Pasando la mano suavemente sobre su suave tripa intentaba calmarlo,
pero... ¿Y si no quería calmarse?
Con lo poco que tendría que esperar,
una pataleta no la parecía propicia.
"Vas a ser un gran futbolista, ¿eh?"
y entonces, paró.
Al parecer solo necesitaba ánimos.
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