Pasa el dedo por la lisa superficie ambarina.
Y rápidamente, para que no gotee, lo chupa.
Es dulce, y dificil de quitar.
La abuela pone un poco de esa cosa tan dulce en su taza de leche.
A él le gusta el cacao, no eso.
Eso sabe rico así, al natural.
Y pintar con los hilos doraditos que deja.
¡Oh! ¡Pegarse la cuchara a la nariz!
Definitivamente, eso es para jugar,
no para comer.
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