Chillar, Gritar, Huir.
Todo eso veía cuando cerraba los ojos.
Cuando deslizaba sus manos al ritmo de esas notas.
Y luego, abría los ojos y dudaba de la realidad.
¿Era como parecía, o de verdad debía huir?
Pero no paraba,
nota tras nota, creando una melodía.
Una melodía familiar.
Quizás estaba en aquel libro de música que hizo pedazos.
Una melodía que había estudiado.
Muchos años antes.
Una melodía no acabada.
Una canción sin letra, y sin final.
Como una vida.
Más o menos.
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