No viajaba con una maleta,
ni con un saco,
ni con instrumento de precisión alguno.
Simplemente
pedazos de papel,
y un lapicero.
Y el último era prescindible.
Recogía cientos de elementos,
elementos que no se quieren,
abandonados.
Recogía tristeza,
pensamientos torturantes,
sembraba letras,
y soñaba,
soñaba con haber arrancado
todo cuanto se llevaba.
Ahora en su bolsillo, llevará el recuerdo de una pequeña parte de un agosto de verano en el que caras que puede que jamás se vuelvan a encontrar, se miraron a los ojos para plasmar la eternidad de un minuto.
ReplyDeleteAhora en su bolsillo, llevará el recuerdo de una pequeña parte de un agosto de verano en el que caras que puede que jamás se vuelvan a encontrar, se miraron a los ojos para plasmar la eternidad de un minuto.
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