Unos pies pequeños,
que siguen a unos grandes.
Bueno, no grandes, mayores.
Saltando, para alcanzar en una zancada,
lo que han avanzado antes en años.
Dudando si mirar al suelo,
para no caerse,
o hacia arriba,
para saber de qué servirá.
Pisan donde hay marca,
pretendiendo evitar el resto.
Como si solo los pasos marcados fueran buenos,
si salirse de lo marcado fuera peligroso.
Siguiendo los pasos del anterior.
Y más grande.
Más grande a sus ojos.
Que los que te hacen el camino,
siempre parecen más altos.
Y parece que nunca serás igual.
Hasta que creces,
y tienes a un mocoso saltando en tus pisadas.
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