Todos sabemos cómo cambiar el mundo.
No hace falta ser un gran revolucionario,
armado de bandera y eslogan,
porque no es el mundo con montañas y ríos y mares,
con sus océanos y sus cosas, el que hay que cambiar.
El que sabemos cambiar.
Es nuestro mundo.
El que tiene las cosas que nos callamos,
las que decimos, y las que gritamos.
Tiene las formas en que miramos,
o en que dedicamos un "hola".
Como si tuviéramos cientos de "holas" almacenados,
menuda locura. Almacenar.
No es un trastero,
porque en un trastero, lo que guardas coge polvo.
Y hay cosas que se pasan de fecha.
Y luego no valen.
(Además, en los trasteros se guardan trastos,
y los "hola" son demasiado preciados)
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