A veces prefiero ahorrarme las florituras, a veces hablo claro. Que no alto.
Porque no por gritar más te van a escuchar más.
Ni por saltar más alto vas a ser mas alto.
Pero hablo claro, cuando hablo.
Porque aunque no te lo creas, callo muchas cosas. Cosas que opino, y cosas que simplemente escucho.
Porque escuchar tiene mucho valor.
Igual que acompañar, soportar, y no dejar caer.
Porque me guardo mucho, lo acumulo.
Como las hojas en las aceras en Otoño. Hasta que alguien las barre.
En la calle es un señor con escoba, en la realidad, lo llaman amigo.
Pero me estoy yendo a metáforas.
Me gustaría hacerte dos cosas, aparte de las muchas que te gritaría en la cara.
Pero lo llaman educación.
La primera, partirte la cara. Aun sabiendo lo dura que está la arrogancia, lo frío que es el odio, y lo odiosa que sería tu mirada.
La segunda, abrirte los ojos. Sí, después de partirte la cara.
Abrir los ojos debería ser un premio cuando te des cuenta de lo que está pasando.
Me he dejado de calmados momentos, de palabras bonitas.
No por mi. Y mucho menos por ti.
Porque el valor no se mantiene por que sí.
Hay que esforzarse.
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