Sentía el ácido correr por sus venas,
quemandola, agrietando todo a su paso.
Acabando con todo.
No era ácido real, solo resentimiento,
solo las lágrimas que no había derramado.
Pensó en cientos de soluciones,
millones de formas de sacarlo de su interior.
Sabía que esa nimiedad saldría por un picotazo de aguja,
pero sabía que eso no la calmaría.
No solo el veneno es peligroso,
también todo aquello que toca.
Pensaba en ello,
en su odio, su resquemor,
y en las arrugas de su frente.
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