Rebuscó en su bolsillo arañando el vaquero,
buscando el brillante y frio llavero, tanteando hasta encontrarlo.
Minutos después, giraba la llave en la cerradura.
No era la entrada a un nuevo mundo, ni a un lugar fantástico o fantasioso.
Ni a las aventuras que siempre había querido vivir.
Una puerta, con una mínima seguridad, que se abre con una mínima fuerza.
El gato salió a recibirlo, frotandose contra sus húmedos zapatos.
Se quitó el abrigo y el sombrero,
y con el las ideas, los sueños y los propósitos.
"Si bonito, ahora te doy de comer"
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