No había habido un final,
no hasta ese momento.
Se acercó a la orilla,
y cuando sus dedos tocaron el frío agua,
recordó.
Recordó cientos de tardes al sol,
y a la sombra,
Recordó juegos en el agua,
y enterrarse en la arena.
Recordó aventuras de piratas
a los ocho años.
Y la dio un ataque de risa,
incontenible,
condenadamente inapropiado,
por recordar pequeños momentos.
Aunque no duró mucho.
Una mirada a cada lado,
"no es un momento para reír"
Aferró la caja con sus pequeñas manos,
de pianista,
y cerró los ojos.
Silencio.
Y las olas.
Y en su cabeza, los gritos de tardes pasadas.
Y sonreír y llorar a la vez.
Y dejarle que se una al mar.
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