Se acercaba a la pobre nevera,
casi temblando,
casi esperando que hubiera algo.
Como si el medio limón,
que no recordaba haber comprado,
y los huevos se fueran a multiplicar.
O a cambiarse por alguna otra cosa.
Abrir y ver la desolación,
varillas vacías.
La botella de agua,
que primero fue de Coca-Cola.
En sus tiempos mozos.
Todo había tenido tiempos mozos,
incluyendo el limón.
Porque todo había ido a peor,
pero había ido.
Había cambiado.
Todo.
Porque en el juego de las sillas,
lo único que no se mueven,
son las sillas.
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