En mi precipitación por alcanzar la pluma vuelco el tintero.
Tinta negra sobre la mesa, los papeles y tu retrato.
Pretendo limpiarlo, cuando me quedo paralizada observando como se crean líneas sobre la fotografía,
dañandola, pintando lineas en tu frente, tus mejillas,
y finalmente, haciéndola más valiosa.
Reacciono ante la posibilidad de la perdida total, y rápido quito la tinta y salvo cuanto puedo.
Sin embargo no lo logro.
No te salvo.
Ni a ti ni la montaña de papeleo que tendré que rehacer.
Quizás el ver como se destrozaba tu belleza s eme hizo más apasionante que el sentirme observada
por ti a diario, imperturbable, sonriente.
Miro de nuevo el papel antes liso, en el que tu sonrisa se ha convertido en una mancha negra,
junto a tu mirada y tus gestos.
Y lo tiro.
Sin darme tiempo a plantearme lamentos o intentar recuperarlo.
Si me quieres sonreír, mirar y hablar que sea en persona
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