Nunca andó con un libro en la cabeza,
ni trató de perfeccionar sus maneras,
ni dejó de morderse las uñas,
ni de gritar.
Jamás trató de ocultar imperfecciones,
ni cubrió disgustos o malas caras, y
no ocultó su indignación detrás de formalidades.
Nunca trató de ser perfecta,
disfrutaba de caídas,
y de sus uñas mordidas,
de sus labios agrietados,
de sus garabatos en la mano.
Disfrutaba de pasar desapercibida,
y aun así ser diferente.
De ser común a la vista,
y de ocultar cientos de manías,
juegos e historias.
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