Ardía.
Aquel granero que permanecía en su memoria,
ardía frente a sus ojos y ante los de todos los que se habían congregado allí.
No esperaban nada, ni a nadie.
Solamente observaban cómo las llamas consumían las rojas paredes de madera.
El humo, llevado y zarandeado por el viento reflejaba todo.
Todo lo que había ocurrido, todo lo que no había llegado a ocurrir.
Secretos, miradas, caricias compartidas por los que observan su final.
Sus tablones nunca habían sido ni tan silenciosos ni tan ásperos como en ese momento.
Ardía.
Quemando recuerdos.
Quemando principios y finales de noches de desconocidos.
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