La miró a traves del vaso de agua.
Viendola tan deformada y borrosa que apenas parecía ella.
Forzando la vista para poder diferenciar la cabeza del cuerpo.
Quizá la culpa era del vaso,
uno de esos vasos desparejados y descascarillados de la casa del pueblo.
Pero no, no era el vaso lo que importaba,
ni su mirada forzada a través del cristal y el líquido,
que deformaba su ojo hasta la inmensidad.
Era ella.
La eterna enemiga, una chica.
Una de esas presumidas y arrogantes chicas de su cole.
Y ahora luchaba de nuevo.
Pero no contra ella, sino por su culpa.
Estirar el brazo y cogerla de la mano.
Estaba siendo el movimiento más dificil de su vida.
Tumbado sobre su brazo apoyado en la mesa,
moviendo el vaso para hacer cambiar la forma de verla.
Y aun así, Le gustaba.
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