No era como en las fotos,
ni la chimenea estaba encendida,
ni los cuadros estaban en el mismo sitio,
ni la mecedora en su lugar.
No había manta tejida a mano,
ni una planta frente a la ventana,
ni los platos puestos en la mesa.
Obviamente, no era como la imagen.
Quizás influía en algo la foto
o que fuera en blanco y negro.
Porque antes, las fotografías eran así,
en blanco y negro,
con todos sus tonos intermedios.
Su gris claro para las flores de los platos,
su mezcla de grises para el fuego.
Y hacía que pareciera lo normal,
el ver las cosas en blanco y negro.
En negro, blanco y muchas variedades de gris.
Aunque la vida no era así.
Las flores de los platos eran azules,
la manta de la abuela verde y rosa,
y el fuego iluminaba todo de naranja.
Claramente la vida no era así,
no era negra, blanca y con tonos de gris,
era naranja, verde, rosa y marfil.
Por las paredes.
Al menos, allí
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